jueves, 17 de marzo de 2011

¿Iguales o diferentes?

Santiago es la ciudad más poblada de Chile con más de 5 millones de habitantes. Las personas parecieran no tener tiempo para nada, el tiempo las agobia, la ciudad avanza a un ritmo agitado, los días pasan rápido al igual que las caras de miles de personas que se cruzan a diario. Finalmente la gente mecaniza sus días al punto de hacer el ayer del hoy casi iguales. Por lo menos eso es lo que percibo yo, de origen ariqueño, una ciudad que no pasa los 300 mil habitantes, donde todo sucede más lento, donde sobra el tiempo y donde las caras se van haciendo cada vez más familiares. Después de vivir 4 años en esta ciudad sigo pensando lo mismo.

Caminando por el barrio universitario ubicado en el centro de Santiago me encuentro a René, un amigo que viene acompañado de un compañero de carrera, compartimos un cigarro y nos sentamos en una plaza a conversar por algún rato. Resultó ser que el compañero era de Puerto Natales, del extremo sur del país. Al saber esto le pregunté si se acostumbraba a Santiago y me respondió rápidamente que sí, pero que a ratos lo estresaba, que no había como la vida de provincia. Yo por mi parte asentí de acuerdo, pero René, mi amigo santiaguino, se molestó y argumentó que la vida de provincia es solo para las vacaciones, que no pasa nada, que no hay movimiento, que después de un tiempo esa tranquilidad paradisíaca de la que hablábamos se convertía en puro aburrimiento y ocio. En cambio en Santiago existía poco tiempo para aburrirse, siempre hay algo que hacer. Discutimos el tema un rato y nadie cedió en su postura, los tres la defendimos hasta el final, por lo que concluí que en Chile si bien existe una gran cantidad de diferentes estilos de vida, costumbres y hábitos, las personas por lo general son muy apegadas al lugar geográfico en el que nacen y a las costumbres que ahí se practican, no siendo necesariamente una mejor que la otra. Sin embargo y a pesar de estas diferencias también percibí que existe un sentir común entre los jóvenes chilenos sobre todos los temas de contingencia, lo que me hace pensar que a pesar de todas estas diferencias, todos remamos hacia el mismo lado.

Este sentir común del que hablo se da en distintos temas como por ejemplo, que la política y los políticos necesitan renovarse, que hay que dejar temas en el olvido para unirnos como uno solo, que la educación es muy cara y no es accesible para todos aun, que el sexo en este país se comienza a practicar cada vez a edades más tempranas, que el deporte el arte y la cultura deberían ser mas potenciados y respetados por los que están en el poder , que la economía de este país si bien está en crecimiento produce brechas enormes de desigualdad que cada día aumentan en vez de disminuir. Así existe una infinidad de temas en los cuales, luego de esta conversación, me di cuenta que no importa el lugar geográfico de nacimiento ni las culturas que ahí se practiquen porque finalmente también sentimos un arraigo inmenso por nuestro país en general. Existe una preocupación por el del lado a pesar de las diferencias que pasan a segundo plano cuando tenemos que ponernos la camiseta de Chile y cuando la gente se la pone me siento orgulloso de ser un chileno más.

Ángel García.



miércoles, 16 de marzo de 2011

El truco Anhelado

Por Ignacio Vásquez

En plena adolescencia llegó un impacto cultural que voló la mente de muchos jóvenes. Yo fui la excepción, mientras mis amigos se juntaban a hacer skate, yo prefería hacer otras cosas. No soportaba la idea de lastimarme, una y otra vez.

El aspecto que me generaba más odiosidad de “deslizar”, no era exactamente la bella pirueta, sino más bien quiénes las creaban. Esa invasión al espacio público y el acapararse de toda la tranquilidad que uno necesita de vez en cuando.

Este prejuicio inmaduro y sin respuestas (por ahora) fue el que me llevó a tomar el metro y dirigirme a Parque Ohiggins, lugar que día a día alberga a una gran cantidad de patinadores que caída tras caída buscan el truco anhelado.

Día jueves en pleno mediodía. La mayoría de los jóvenes a esa hora y según el calendario debiese estar dentro de un liceo, colegio, instituto o universidad.

Este espacio que ofrece el parque es uno de los pocos que existen en Santiago. Es algo estrecho para el público presente pero la infraestructura que posee permite un espacio de integración y preocupación por un interés latente en la juventud.

Cigarro prendido. La atención puesta y dispuesta en algo que nunca me llamó la atención. El humo no pasa desapercibido. Un joven moreno se me acerca y me pide unas “quemadas” y me pregunta si es que patino. Le respondo que no y que nunca me ha llamado la atención. Sus pantalones pitillos y el gorro hacia atrás, se repiten con frecuencia en otros skaters, lo asumo como parte de la tendencia.

Cristóbal de 15 años, no puede creer que nunca me haya llamado la atención, lo que para él es su pasión. Hace más de una semana que entró a clases pero sigue patinando desde las 10 de la mañana hasta el anochecer, rutina que repitió sagradamente durante todo el verano.

Un grupo de edad similar a la de Cristóbal se acerca. Le preguntan que cómo va con el truco que lleva ensayando hace meses y este les responde que le falta que la tabla gire un poquito más para poder caer “redondito” encima de ésta.

Los amigos de Cristóbal aseguran que “El Coloro” es el mejor del parque en su edad. La consolidación de este truco podría ser su plataforma al éxito.

Lo único que esperan, según ellos, por parte del Estado y los políticos, es la creación de más skateparks en la ciudad. Se sienten excluidos, en comparación, a otros deportes como el fútbol, en el cual, se invierte mucho más debido a su gran popularidad.

Este es un espacio de encuentro y de constancia. Cristóbal y sus amigos esperan ansiosos por un amigo que los viene a grabar para hacer un video. En Internet hay miles de estos videos que están esperando ser vistos por alguna marca o auspiciador que les permita sustentar esta pasión y/o vocación, y de este modo, convertirla en una real profesión.

Suena el celular de “El Coloro” y desgraciadamente es su mamá. Ella le pregunta que si está en el colegio, a lo que él le responde con un susurrado sí y le corta con la excusa que está en clases. Sus amigos ríen.

Todo el mundo persigue sueños por eso ninguno puede ser más importante que el otro. Algunos pueden ser más avasalladores que otros pero todos los sueños necesitan espacios comunes donde éstos puedan sentirse un poco más cercanos. Todos tienen el derecho a sentir eso.