sábado, 30 de mayo de 2009

Polar

Reikiavik, Islandia, 1996

Hay una cierta necesidad por hacer algo. El mar que rodea esta helada pero hermosa isla se mueve entorno a los pensamientos de sus trescientos mil habitantes.

Estamos alejados de todo el mundo. En este lugar no hay contaminación, violencia, crimen, violaciones, corrupción.


No nos involucramos en nada de lo que pase más allá de dónde nuestra mirada se pierde en el mar.
Este es nuestro refugio a todo tipo de conspiraciones.

Acá nuestros sueños se sostienen firmes como la tierra volcánica que mantiene nuestras vidas.

Nuestra tierra es pequeña. Das un paso y ves un glaciar. Avanzas y llegas a un bosque dónde alguna vez hubo duendes que mágicamente aún existen.

La tranquilidad es inminente. Acá eso no se ruega a las autoridades, acá siempre hemos convivido con ella, imagínate la paz.

Tengo una guitarra y un paisaje sin fin para recorrer con ella. Mis amigos me acompañan a dar una vuelta por la isla. No hablamos, la ideas vuelan sólo hay que agarrarlas de las alas para que todo se proyecte, después de aquello no hay nada más. La convicción de seguir de pie, contemplando la mágica naturaleza que me nutre por los poros y que me enseña el arte de la inmensidad y la trascendencia de los cielos blancos como la nieve, a veces, oscuros como el mismo infierno. Pero todo está, todo está dipuesto transparentemente antes mis ojos.


Nos sentamos en círculo en el centro del bosque. Primer acorde, los ritmos me siguen, las voces confusas se unen a la representación. Nadie nos apura, acá somos dueños del tiempo y de nuestras vidas. Respetamos el flujo de nuestros rios y cascadas, ese es el ritmo de nuestras vidas. Si los llegarámos a alterar este ciclo perderíamos nuestro secreto , lo que nos diferencia del resto.

De una manera u otra, mi vida siempre ha sido así. Alejada de los incomprensibles aceleramientos del resto del mundo. Sólo me centro en mi alrededor, respiró y pongo la mente el blanco, no necesito nada más que mi querida Islandia para lograr mis sueños.

Islandia, según la medición de felicidad en el mundo, lidera este ranking como el país más feliz.

Sigur Ros


X Chamberlein

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