Spinetta y de vuelta.
Nadie puede saber lo que nos deparará el azar.
Nadie.
Estaba en mi departamento al lado del Santa Lucia. Para distraerme escribía un cuento para un concurso del gobierno (obviamente no gané, siempre ganan los mismos entuercados, las artes en mi país son así).
Estaba cansadísimo. La jornada de grabación del nuevo disco de los huasos fachistas me había dejado exhausto.
Yo miraba, desde el otro lado del grueso vidrio, grabando esos compases y estribillos que hablaban de vacas, campos y arados que, claramente, ninguno de ellos había visto ni en postales ni en tierra adentro... Aunque seguramente tienen cable así que deben conocerla por el nasional geogafic o algo así.
Bueno, me encontraba escribiendo en casa cuando sonó el teléfono.
Era Gabriel, un amigo de la productora. Y como el ángel, ese que embarazó a la virgen María, Gabriel me daría su sagrada bendición.
Resulta que esa semana, jueves y viernes, en una pequeña sala del San Cristóbal, haría una presentación electroacústica como solista el señor Luís Alberto Spinetta, rockero y etéreo compositor argentino.
Resulta que el técnico de sonido del staff estaba con 40 grados de fiebre en el hotel, es decir, anulado. Y que por las coincidencias del pasado se contactaron con la productora y me habían designado a mí y que tenía que estar en 40 minutos en el cerro (café del cerro) ecualizando canales y probando micrófonos. Era una tarea sencilla, ya que era solo un par de guitarras.
Me duche rápidamente mientras escuchaba el Invisible, Invisible. En eso se abre la puerta. Era el pendejo, mi hermano. Venía con una mina de dreads azueles y cortos, flaca, encajada en unos jeans y una polera verde tiritona. Mi hermano a veces venía al departamento para encontrar la paz necesaria, impensable en la casa. De su sombrero mágico que estaba en una pieza pequeña para secar la ropa adaptada como su pieza, sacó el bong y lo lleno de skunk. Una calada enorme y…
…Después de 4 meses de haber terminado con Julián, las cosas dejaban de tener sentido. El automatismo me inundaba. Cada melodía era similar; igual a otra que había escuchado con anterioridad en el mismo mes, en la misma semana, en el mismo día, en la misma sesión.
12 canciones exactamente iguales.12 meses completamente iguales. Después de haber estado 12 años estudiando en diferentes sitios, era una copia de otros tipos absolutamente iguales a mí.
Un vació sonoro me des-extasiaba. Ni la cocaína ni los trips me ayudaban a recuperar mi fundición total con el sonido y la ciudad.
Mi viaje a París desató la cólera total. Hace 4 años que había pisado y pisado en la ciudad de la luz. Fui un turista, ave rapaz al ataque, y presa de senegaleses come turistas; había fumado hachis en el pont des arts.
Ahora era un peón más en Santiago de Chile, donde los inviernos cada año son mas fríos y las mañanas son menos audaces. Los rompe ayunos se van poniendo menos voluptuosos. De leche con Chocapic a té con pan y mantequilla.
No es que me queje del té. Me encanta el té. Y si es con galletas que no sean de chocolate, entonces me acerco un poco a eso que quita la sed después de un partido de fútbol un día sábado por la tarde...
Les dije que iba al cerro a hacer de técnico a Spinetta.
Él me rogó que le consiguiera entradas.
Le dije que haría lo posible, que me llamara como a las 7 y media, 8, pero que me regalara un pito.
En mi golf venían los Rolling Stones. Keith Richard me iba avisando en los cambios de luces eternos.
Llegue al local y estaba todo hecho un caos. Tuve que cortar mi conversación con Mick Yager. Estaba diciéndole que su Stupid ghirl era igual que la Chica Murciana Marrana de Almodóvar y que todo era pasado y todo estaba representado.
El único que parecía mantener la calma era el propio músico. Yo había escuchando hablar de sus malas pulgas, pero al parecer solo eran Habladurías del mundo.
Puse en calma al productor. Mis lentes a lo Ray Ban cuneta me daban todo el aire profesional que necesitaba, y me ocultaban los ojos de jabalíes conejines que mi hermano y su mina habían despertado. En eso me llama el parcito. Les tenía reservado un par de asientos VIP.
El concierto resultó un éxito. Un apoyo de la gente espectacular. El flaco estuvo genial. Los fanáticos cantaron los coros hasta de las canciones que no habían escuchando nunca. Temas de Spinetta-jade, Pescado Rabioso, Almendra y de solista. Simplemente genial.
Y yo, grabando todo lo que sucedía con la mayor precisión posible.
Con algunas pifas en los ecos, pero para no haber ensayado nunca…
Al acabar el concierto fui a conversar con todos los de la producción.
La hago, no la hago, la hago, no la hago…mejor hacerla.
Mi sentido de la percepción de pronto se puso agudo, y en un momento de aislado encuentro, le pregunté al flaco si quería fumar la weed. Se rió y me dijo que en cada concierto en Chile alguien le ofrecía marihuana y que normalmente no aceptaba, pero que esta vez haría una excepción.
Fuimos a mi auto y enrole un porro grande en tiempo record.
Puse a los Rollings de vuelta. No podía creer que el mismísimo Luis Alberto Spinetta estaba conmigo, en mi auto, fumando marihuana que me había regalado mi hermano. Le dije que me había encantado Los libros de la buena memoria, pero él estaba hipnotizado con los caballos blancos de los ingleses. Dejamos el caño a la mitad.
-¡esta potente la sherba, che!¡estoy reloco!
Volvimos al grupo. Me despedí del flaco con un apretón de mano y le deje mi mail y mi celular a los ches. Nunca me volvieron a llamar. Luego de unos meses recibí un mail de la productora agradeciéndome los servicios. Estaba firmada por Spinetta, pero me entran las dudas. El mail debe estar apilado con cientos de miles de otros que nunca borré.
Cerro abajo, aun ultra volado, vi a una mina en jean y dread azules. Era la mina de mi hermano. Yo que solo veo elefantes morados en las calles, no se como la reconocí.
Me detuve y la hice subir.
Resulta que se habían encontrado con los hermanos Ovalle, y se fueron a tomar las molestias al antro de la familia susodicha. Ella y mi hermano habían discutido y se fueron cada uno por su lado.
Me dijo que tenía sus cosas en mi departamento. Le ofrecí llevarla a su casa, pero dijo que no me molestara.
Prendimos la otra mitad del caño y ella le hecho más a una pipita.
Puse un disco de pescado rabioso, de esos rockeros y hablamos de sus plantas y la eterna variedad que habían pasado por el jardín de su casa. Luego de música de los 70, de la pizza, del norte y el sur de Chile, de los poetas malditos, de la cerveza alemana, de sus amigas lesbianas y mis amigos gays.
Abrí la puerta del depa y prendí el winamp de mi PC (un water) conectado a la radio y el shufle eligió a los Guns and Roses. No son mis favoritos pero no importa.
La noche tenia olor a incienso rasca. Le pregunte si quería algo, un café, un té una cerveza, un coñac.
Ella se tomo un café y yo una cerveza.
Más yerba.
La política, los políticos, la subida y bajada del dólar, las noches místicas, los atardeceres que son amaneceres al mismo tiempo, los domingos de ensayos, las estrellas de Europa son el día en Chile, las décimas, los romances, La Negra Ester, Lemebel, Asterix, los mensajes y las llamadas millonarias, el cansancio del espíritu, un hombre esquizofrénico que se cree Jesús, no es el primero ni será el último.
Ciudades negras con ventanas doradas, los poliglotas, las cuerdas desafinadas, el vaso derramado, la servilleta llena de ron, el sofá desarmado, la lluvia que comenzó a caer en mi ciudad negra con ventanas doradas, la música fuerte, si, muy fuerte, el celular con mensajes de ENTEL pcs, las persianas llenas de polvo que se cierran, su sudor y mi homosexualidad aplastadas, mi cabeza que se quedó en el living y mi alma y cuerpo que entraron a la cama.
Sabanas azules de la U, muchas almohadas y un sábado libre por delante.
Baterías marchantes, guitarras afiladas, gente muerta alrededor, los sueños que se mezclan, hacer sufrir a la vecindad, los cites limitados, rodeados de silencio ridículo y cansado.
Recordé que era la mina de mi hermano y que yo era gay, pero era demasiado tarde. Ya no era la mina de hermano (ni mía). Y yo ya no era gay.
Cunado desperté, el living estaba ordenado y una carta dentro del refrigerador, entre la cerveza y la mantequilla, únicos arrendatarios del inmueble, me decía adiós, que sus viejos la iban a matar, que la había pasado muy bien conmigo esa noche.
Fui al auto a buscar mis equipos y recordé la santa grabación del día anterior.
Tenia la copia única del café del cerro. La prueba oficial de aquel evento memorable.
Un amigo me rogó que se la prestase. Consiguió corromperme y al año ya se podía encontrar esa grabación en cualquier programa para bajar música on-line
Mi hermano contrajo el Tuberculosis al poco tiempo. Yo ahora llevo 4 meses con una mina alemana que estudia fotografía en una universidad de izquierda.
Nadie puede saber lo que nos deparará el azar.
Nadie.
Estaba en mi departamento al lado del Santa Lucia. Para distraerme escribía un cuento para un concurso del gobierno (obviamente no gané, siempre ganan los mismos entuercados, las artes en mi país son así).
Estaba cansadísimo. La jornada de grabación del nuevo disco de los huasos fachistas me había dejado exhausto.
Yo miraba, desde el otro lado del grueso vidrio, grabando esos compases y estribillos que hablaban de vacas, campos y arados que, claramente, ninguno de ellos había visto ni en postales ni en tierra adentro... Aunque seguramente tienen cable así que deben conocerla por el nasional geogafic o algo así.
Bueno, me encontraba escribiendo en casa cuando sonó el teléfono.
Era Gabriel, un amigo de la productora. Y como el ángel, ese que embarazó a la virgen María, Gabriel me daría su sagrada bendición.
Resulta que esa semana, jueves y viernes, en una pequeña sala del San Cristóbal, haría una presentación electroacústica como solista el señor Luís Alberto Spinetta, rockero y etéreo compositor argentino.
Resulta que el técnico de sonido del staff estaba con 40 grados de fiebre en el hotel, es decir, anulado. Y que por las coincidencias del pasado se contactaron con la productora y me habían designado a mí y que tenía que estar en 40 minutos en el cerro (café del cerro) ecualizando canales y probando micrófonos. Era una tarea sencilla, ya que era solo un par de guitarras.
Me duche rápidamente mientras escuchaba el Invisible, Invisible. En eso se abre la puerta. Era el pendejo, mi hermano. Venía con una mina de dreads azueles y cortos, flaca, encajada en unos jeans y una polera verde tiritona. Mi hermano a veces venía al departamento para encontrar la paz necesaria, impensable en la casa. De su sombrero mágico que estaba en una pieza pequeña para secar la ropa adaptada como su pieza, sacó el bong y lo lleno de skunk. Una calada enorme y…
…Después de 4 meses de haber terminado con Julián, las cosas dejaban de tener sentido. El automatismo me inundaba. Cada melodía era similar; igual a otra que había escuchado con anterioridad en el mismo mes, en la misma semana, en el mismo día, en la misma sesión.
12 canciones exactamente iguales.12 meses completamente iguales. Después de haber estado 12 años estudiando en diferentes sitios, era una copia de otros tipos absolutamente iguales a mí.
Un vació sonoro me des-extasiaba. Ni la cocaína ni los trips me ayudaban a recuperar mi fundición total con el sonido y la ciudad.
Mi viaje a París desató la cólera total. Hace 4 años que había pisado y pisado en la ciudad de la luz. Fui un turista, ave rapaz al ataque, y presa de senegaleses come turistas; había fumado hachis en el pont des arts.
Ahora era un peón más en Santiago de Chile, donde los inviernos cada año son mas fríos y las mañanas son menos audaces. Los rompe ayunos se van poniendo menos voluptuosos. De leche con Chocapic a té con pan y mantequilla.
No es que me queje del té. Me encanta el té. Y si es con galletas que no sean de chocolate, entonces me acerco un poco a eso que quita la sed después de un partido de fútbol un día sábado por la tarde...
Les dije que iba al cerro a hacer de técnico a Spinetta.
Él me rogó que le consiguiera entradas.
Le dije que haría lo posible, que me llamara como a las 7 y media, 8, pero que me regalara un pito.
En mi golf venían los Rolling Stones. Keith Richard me iba avisando en los cambios de luces eternos.
Llegue al local y estaba todo hecho un caos. Tuve que cortar mi conversación con Mick Yager. Estaba diciéndole que su Stupid ghirl era igual que la Chica Murciana Marrana de Almodóvar y que todo era pasado y todo estaba representado.
El único que parecía mantener la calma era el propio músico. Yo había escuchando hablar de sus malas pulgas, pero al parecer solo eran Habladurías del mundo.
Puse en calma al productor. Mis lentes a lo Ray Ban cuneta me daban todo el aire profesional que necesitaba, y me ocultaban los ojos de jabalíes conejines que mi hermano y su mina habían despertado. En eso me llama el parcito. Les tenía reservado un par de asientos VIP.
El concierto resultó un éxito. Un apoyo de la gente espectacular. El flaco estuvo genial. Los fanáticos cantaron los coros hasta de las canciones que no habían escuchando nunca. Temas de Spinetta-jade, Pescado Rabioso, Almendra y de solista. Simplemente genial.
Y yo, grabando todo lo que sucedía con la mayor precisión posible.
Con algunas pifas en los ecos, pero para no haber ensayado nunca…
Al acabar el concierto fui a conversar con todos los de la producción.
La hago, no la hago, la hago, no la hago…mejor hacerla.
Mi sentido de la percepción de pronto se puso agudo, y en un momento de aislado encuentro, le pregunté al flaco si quería fumar la weed. Se rió y me dijo que en cada concierto en Chile alguien le ofrecía marihuana y que normalmente no aceptaba, pero que esta vez haría una excepción.
Fuimos a mi auto y enrole un porro grande en tiempo record.
Puse a los Rollings de vuelta. No podía creer que el mismísimo Luis Alberto Spinetta estaba conmigo, en mi auto, fumando marihuana que me había regalado mi hermano. Le dije que me había encantado Los libros de la buena memoria, pero él estaba hipnotizado con los caballos blancos de los ingleses. Dejamos el caño a la mitad.
-¡esta potente la sherba, che!¡estoy reloco!
Volvimos al grupo. Me despedí del flaco con un apretón de mano y le deje mi mail y mi celular a los ches. Nunca me volvieron a llamar. Luego de unos meses recibí un mail de la productora agradeciéndome los servicios. Estaba firmada por Spinetta, pero me entran las dudas. El mail debe estar apilado con cientos de miles de otros que nunca borré.
Cerro abajo, aun ultra volado, vi a una mina en jean y dread azules. Era la mina de mi hermano. Yo que solo veo elefantes morados en las calles, no se como la reconocí.
Me detuve y la hice subir.
Resulta que se habían encontrado con los hermanos Ovalle, y se fueron a tomar las molestias al antro de la familia susodicha. Ella y mi hermano habían discutido y se fueron cada uno por su lado.
Me dijo que tenía sus cosas en mi departamento. Le ofrecí llevarla a su casa, pero dijo que no me molestara.
Prendimos la otra mitad del caño y ella le hecho más a una pipita.
Puse un disco de pescado rabioso, de esos rockeros y hablamos de sus plantas y la eterna variedad que habían pasado por el jardín de su casa. Luego de música de los 70, de la pizza, del norte y el sur de Chile, de los poetas malditos, de la cerveza alemana, de sus amigas lesbianas y mis amigos gays.
Abrí la puerta del depa y prendí el winamp de mi PC (un water) conectado a la radio y el shufle eligió a los Guns and Roses. No son mis favoritos pero no importa.
La noche tenia olor a incienso rasca. Le pregunte si quería algo, un café, un té una cerveza, un coñac.
Ella se tomo un café y yo una cerveza.
Más yerba.
La política, los políticos, la subida y bajada del dólar, las noches místicas, los atardeceres que son amaneceres al mismo tiempo, los domingos de ensayos, las estrellas de Europa son el día en Chile, las décimas, los romances, La Negra Ester, Lemebel, Asterix, los mensajes y las llamadas millonarias, el cansancio del espíritu, un hombre esquizofrénico que se cree Jesús, no es el primero ni será el último.
Ciudades negras con ventanas doradas, los poliglotas, las cuerdas desafinadas, el vaso derramado, la servilleta llena de ron, el sofá desarmado, la lluvia que comenzó a caer en mi ciudad negra con ventanas doradas, la música fuerte, si, muy fuerte, el celular con mensajes de ENTEL pcs, las persianas llenas de polvo que se cierran, su sudor y mi homosexualidad aplastadas, mi cabeza que se quedó en el living y mi alma y cuerpo que entraron a la cama.
Sabanas azules de la U, muchas almohadas y un sábado libre por delante.
Baterías marchantes, guitarras afiladas, gente muerta alrededor, los sueños que se mezclan, hacer sufrir a la vecindad, los cites limitados, rodeados de silencio ridículo y cansado.
Recordé que era la mina de mi hermano y que yo era gay, pero era demasiado tarde. Ya no era la mina de hermano (ni mía). Y yo ya no era gay.
Cunado desperté, el living estaba ordenado y una carta dentro del refrigerador, entre la cerveza y la mantequilla, únicos arrendatarios del inmueble, me decía adiós, que sus viejos la iban a matar, que la había pasado muy bien conmigo esa noche.
Fui al auto a buscar mis equipos y recordé la santa grabación del día anterior.
Tenia la copia única del café del cerro. La prueba oficial de aquel evento memorable.
Un amigo me rogó que se la prestase. Consiguió corromperme y al año ya se podía encontrar esa grabación en cualquier programa para bajar música on-line
Mi hermano contrajo el Tuberculosis al poco tiempo. Yo ahora llevo 4 meses con una mina alemana que estudia fotografía en una universidad de izquierda.
Este cuento fue escrito en septiembre del año pasado, y despues de algunas ediciones hoy uede ser leido
ResponderEliminarx CARA DE ZAPATO